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08.02.2010, 15:56:33 / Buchmesse Havanna 2010

Veinte años de supuesta unidad

Von Arnold Schölzel

Los alemanes del oriente y del occidente siguen viviendo en dos sociedades diferentes

El escritor Friedrich Torberg (1908-1979) dijo una vez: "El alemán es el idioma común que separa a los alemanes de los austriacos". Hoy, se puede adaptar esa expresión también para describir la situación entre el oriente y el occidente de la República Federal de Alemania que, en 1990, se comió la República Democrática Alemana. Las diferencias culturales y las diferencias en cuestiones políticas son tan graves que institutos occidentales de encuestas obtienen frecuentemente resultados impactantes. El "Ossi", como se apoda los ciudadanos de Alemania Oriental, el territorio de la desparecida RDA, queda para los investigadores occidentales algo exótico, raro. Por ejemplo, en diciembre se conoció que de unas 700 marcas que habían en las tiendas y mercados de la RDA, unas 120 han "sobrevivido" hasta hoy, con creciente popularidad. Las agencias de noticias que difundieron esa noticia la comentaron con el argumento que eso demuestre la baja intelectualidad de la gente. Según ellos, los orientales poseen una "pronunciada fidelidad a la marca", es decir, que no les interesa la calidad ni la "innovación" de un producto. Al mismo tiempo, los comentaristas occidentales insistieron en que esas marcas orientales no podrán mantenerse por mucho tiempo en el mercado.
De esa manera, ya se actúa desde hace veinte años. En los grandes medios de comunicación alemanes, todos controlados por occidentales, los orientales aparecen sólo como objetos de investigación, siempre con el mismo resultado. Si quedan fieles a sus costumbres, a alguna institución o, justamente, a algún producto de la RDA, y sean galletas o mostaza, en los diarios, revistas y cadenas de televisión aparecen como gente tonta que vive en el pasado y no entiende la vida de hoy. La actitud de las élites occidentales frente a Alemania Oriental ya tiene un carácter colonial con aspectos social-racistas. Sólo fue la punta de una interpretación generalizada lo que el psicólogo Heinz Rindermann afirmó en la edición de agosto de la revista "Merkur" sobre "La inteligencia como fenómeno burgués". Escribió: "La gente en países socialistas no sólo son menos inteligentes y saben menos, sino son, por la falta de bienestar, claramente más pequeña. Eso muestra, al nivel social, que el Socialismo no sólo provoca una autoenanización intelectual, sino convierte la gente a enanos físicos."
Lo absurdo de esa afirmación de un profesor académico se explica ante un contexto que se pretende ocultar con la arrogancia y discriminación contra los alemanes del oriente. Temen que pueden estar "contaminados" por su experiencia socialista. Si analizamos los hechos comprobables, descubrimos que las empresas estatales de la RDA quedaban, a partir de la anexión de la otra Alemania, bajo el control de una administración colonial, controlada por gente proveniente del occidente. Esa institución otorgó, dentro de pocos años, el 80 por ciento de esas fábricas, inmuebles y servicios a inversores de Alemania Occidental. Otros diez por ciento entregaron a las manos de extranjeros, y sólo el cinco por ciento quedó controlado por personajes de Alemania Oriental. Resultó que muchos de esos inversores fueron bandidos, otros fueron incapaces. Pero casi todos creyeron en la propaganda del entonces Canciller Federal Helmut Kohl, que afirmó que Alemania Oriental se convierta, en pocos años, en "tierras florecientes". El resultado, sin embargo, fueron despidos masivos de millones de trabajadores, la desindustrialización de regiones completas, acompañado por intentos fraudulentas de animar con subvenciones estatales – quiere decir: sobornos - a consorcios internacionales a invertir en Alemania Oriental. Por ejemplo, el papel del Canciller Helmut Kohl en la venta de la famosa fábrica química de Leuna al consorcio francés Elf fue, por lo menos, sospechoso.
Mientras surgió el desempleo masivo en  Alemania Oriental, que se mantiene hasta hoy en un porcentaje alto y queda, según las cifras oficiales realzadas, dos veces más alto que en Alemania Occidental, se desarrollaba una amplia campaña de expropiación de los alemanes orientales. Basándose en el principio "legal", establecido por el Gobierno Federal, de "devolver antes de compensar", cientos de miles de así llamados "viejos propietarios" aparecieron en la escena para pedir tierras y casas, que sus antecesores habían poseído en Alemania Oriental. Los ciudadanos de la RDA, que habían comprado esos inmuebles en gestiones reconocidas en todo el mundo, tuvieron que abandonar su propiedad. De hecho, muchas veces esos "viejos propietarios" fueron herederos de los ex-propietarios y nunca tenían la intención de usar esos inmuebles para ellos mismos.
En 1994, el ex-Ministro Federal y arquitecto de la política de entendimiento entre los Estados capitalistas y el campo socialista durante la década de los 70, Egon Bahr, reconoció que "nunca en la historia, en tiempos de paz, un pueblo fue tan explotado como el de la RDA." Tales declaraciones aparecen raras veces en los grandes medios de comunicación alemanes. Se pretende silenciar los hechos que provocaron el éxodo de unos tres millones de alemanes orientales.
Sin duda, por ese contexto se pretende tranquilizar y canalizar la protesta popular en Alemania Oriental. Desde el Gobierno Federal se desarrolla una amplia campaña de calumniar la RDA como "la segunda dictadura alemana", comparándola así, indecentemente, con la dictadura fascista de 1933 a 1945, responsable de la Guerra Mundial y del Holocausto. Por esa tarea, ya sólo la Cancillería Federal dispone cada año de 55 millones de euros para la difusión de su versión de la historia. Eje central de esa propaganda es la oficina de administración de las actas del Ministerio de Seguridad de Estado de la RDA, que dispone de otros 90 millones de euros anuales. Con ese monto se financia películas, telenovelas y series de artículos sin fin en los diarios y revistas alemanes, presentando la RDA como "cárcel" (un político del Partido Socialdemócrata) y "estercolero" (la reconocida revista alemana "Der Spiegel"). Uno de los historiadores más reconocidos de Alemania, Hans-Ulrich Wehler, llamó la RDA "una pequeña república de asesinos".
Mientras se agudizan la crisis y la guerra, también se agudizan esos ataques. Es decir, los lanzan sistemáticamente contra la gente. Sobre todo en Alemania Occidental, esas campañas tienen cierto impacto y reaniman allí el anticomunismos tradicional de la vieja República Federal de Alemania. En Alemania Oriental, la gente aguanta esa propaganda con una mezcla de humor y desanimación. Tanto los resultados del partido La Izquierda, también atacado, como los resultados de encuestas sobre cuestiones políticas muestran: la brecha entre el oriente y el occidente es hoy más profunda que hace veinte años. En el oriente hay más gente que en el occidente que rechaza la participación alemana en guerras como en Afganistán, y una mayoría creciente de los orientales no considera democrático el sistema parlamentario de Alemania. El fondo de esa separación es la brecha económica y social entre el occidente y el oriente. El 80 por ciento de las posiciones importantes en la administración pública, el sistema judicial, la ciencia, los medios de comunicación y la cultura está ocupado por alemanes del occidente. La brecha en los salarios es mucho más grave que los 25 por ciento que se admite oficialmente, y también esa brecha está profundizándose. Así, Alemania quedará separado en dos sociedades diferentes, y la frase citada al principio queda vigente.

Arnold Schölzel es director del diario junge Welt.

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